El suicidio se ha definido como el acto por el que una persona de forma deliberada se provoca la muerte. El suicidio en la adolescencia, así como las autolesiones, son más frecuentes de lo que se dice y conoce. Se ha convertido en la primera causa externa de muerte en púberes y adolescentes.
Los primeros síntomas aparecen de manera muy silenciosa y sigilosa. La presencia de ideas y pensamientos autolíticos de forma reiterativa produce en la infancia y adolescencia un miedo extremo, que les lleva a ocultar, y por tanto, a no contar a nadie, que tienen este tipo de ideas e impulsos dañinos. Este miedo a que otras personas sepan lo que piensan y sienten, les encierra en sí mismos/as, pero a su vez aumenta el sufrimiento generándoles mayor angustia, preocupación, culpa, ansiedad, aislamiento.
Suelen tener, alteraciones en el sueño, en la alimentación y en las actividades y relaciones escolares, de amistades y familiares.
En general, no saben el motivo de este tipo de pensamientos y esta necesidad de hacerse daño, aunque son conscientes que lo experimentan en situaciones de gran sufrimiento y estrés, en las que su dolor les desborda, se sienten oprimidos y oprimidas, no pueden, ni saben expresar lo que les ocurre. La suma de sentimientos contradictorios, pensamientos negativos y de muerte son parcialmente aliviados mediante las conductas de autolisis y en algunos casos el suicidio. Viven los pensamientos como opción a detener y terminar con el dolor. Además, como hemos dicho, la angustia de los pensamientos dañinos suelen ir acompañados de culpa y malestar extremo.
Hay que recordar que son menores creciendo y aprendiendo. Aprender a expresar la preocupación, el dolor y la angustia adecuadamente es parte del desarrollo. Así mismo, el miedo a la reacción de los demás, o el miedo a perder el control y que las ideas de suicidio se puedan llevar a cabo, refuerza aún más su miedo a hablar de ello. ¡Todo lo contrario! Si estás en esta situación y te sientes así, dilo a tus progenitores, a un/a profesor/a, a un/a psicóloga/o, médico/a, o un compañero o compañera con quién puedas confiar y pide ayuda. Hablar y pedir ayuda es el primer paso para aliviar el dolor.
¿Cuáles son las causas externas que promueven el suicidio?
Las asociaciones que trabajan con menores, profesionales de la educación y de la salud, así como los estudios llevados a cabo sobre estos temas evidencian que el origen del suicidio y sus causas son multifactoriales:
a) No estar atendido/a adecuadamente a nivel biológico y afectivo: alimentación, sueño, cuidado físico y emocional, atención personal, vínculos cercanos…
b) El cambio de la infancia a la adolescencia. En esta etapa se produce un cambio, un duelo y una ruptura de la realidad vivida en la infancia y el proceso de crecer. La adolescencia es hacerse “mayor”, y a medida que se van introduciendo actividades, acontecimientos y expectativas que les sobrecargan, se angustian y les resultan difíciles de afrontar, desearían volver a la infancia perdida.
c) Experiencias previas traumáticas: Haber sido víctimas de abuso sexual infantil, haber sufrido bullying, cyberbullying, sextorsión y/o grooming; haber padecido sentimientos de soledad, abandono, rechazo o exclusión social, etc., deja huellas que tarde o temprano salen de algún modo.
d) Presencia de problemas emocionales o trastornos precoces de salud mental: sentimientos tempranos de depresión y ansiedad, labilidad emocional, envidias y celos sin resolver, miedos y fobias infantiles sin afrontar, esquizofrenia o psicosis infantiles… Generalmente la tristeza y la depresión larvadas están detrás del suicidio.
e) Problemas y dificultades en la familia: escasa comunicación, conductas violentas entre los progenitores, abuso y consumo de drogas, alcohol u otras conductas adictivas y ludopáticas, etc.; mentir u omitir situaciones que se conoce en la familia a voces, es decir, padre y/o madre con problemas y situaciones difíciles, enfermedades o fallecimientos; sufrir las consecuencias de enfermedades mentales de los progenitores; experimentar el rechazo y maltrato por parte de ellos o por el contrario recibir una excesiva sobreprotección. No olvidemos que la sobreprotección es desprotección que incapacita a la persona menor de edad a afrontar las dificultades cotidianas.
Todas estas situaciones son indicadores del sufrimiento que púberes adolescentes pueden llegar a vivir. Se sienten atrapados/as, sin recursos ni habilidades para poder resolver lo que viven en ese momento. Solo encuentran alivio “temporal” mediante el daño físico.
Es importante identificar en cada menor qué factores angustiantes generan los pensamientos intrusivos y dañinos. Solo conociendo los factores de riesgo es posible decidir actuaciones dirigidas a disminuir la prevalencia del riesgo de suicidio.
A veces, cuando la angustia es muy elevada, y se sienten totalmente incomprendidos/ as y sienten gran soledad, rompen su silencio de forma indirecta, dejando escritos al alcance de familiares, medio en secreto, pero estos escritos, son una petición de ayuda a gritos.
Signos indirectos de petición de ayuda
En la infancia y adolescencia hay varias formas de pedir ayuda de forma indirecta. Suelen expresar su malestar mediante signos o señales que pueden ser indicadores de que necesitan ayuda inmediata, pero no saben cómo pedirla. Por ejemplo:
a) Verbalizar frases sueltas, aisladas, que suelen dejar entrever cierta desesperación: mi vida no tiene sentido, esto se va a acabar pronto, mejor no seguir viviendo, es preferible cualquier cosa antes que continuar así, yo voy a desaparecer en breve, os voy a dejar en paz…
b) Expresarse mediante conductas que hablan de su malestar: utilizar juegos con muñecos y muñecas, legos u objetos para poner en boca de otros y otras lo que les pasa, su dolor y angustia. Experimentar dolores inespecíficos, sintiéndose mal sin ninguna causa médica demostrable; Cambio de intereses: mostrar apatía y desinterés por actividades que antes les gustaban; Rendimiento académico: bajar sus notas académicos, siendo incapaces de estudiar, retener o sintetizar; Relaciones sociales: excluirse progresivamente de sus amistades, aislarse ensu habitación, no tener ganas de hablar o de salir…
c) Dibujos de personas, animales o elementos que simbolizan la muerte (tirarse por una ventana, una tumba, armas o cuchillos…). Dibujos que expresan dolor, angustia tristeza, dibujos que ennegrecen y sombrean con ansiedad y luego los rompen o los dejan “descuidados” en su habitación.
d) Búsquedas en internet de métodos para hacerse daño (videos, imágenes, foros, chats). Informar a padres y madres, así como al profesorado de la necesidad de revisar los historiales periódicamente, y poner el uso de las tecnologías a su vista para saber qué están haciendo sus hijos e hijas, sus alumnos y alumnas.
Aún existe la creencia errónea de que autolesionarse o suicidarse, solo es una llamada de atención o grito de infantilismo y falta de afrontamiento. ¡Al contrario! Es la expresión de la impotencia, dolor y angustia que están viviendo y no pueden expresar. Por ello, una amenaza de suicidio nunca debe ser desvalorizada o menospreciada. Es importante responder y atender de forma comprensiva este tipo de señales, ya que son claras advertencias de que necesitan ayuda porque se sienten mal y algo les está ocurriendo. Solo quién lo experimenta sabe el sufrimiento que supone, lo incapacitante, perturbador y angustiante que es.
Dibujo realizado por una menor de 13 años de edad.
¿Por qué no piden ayuda?
Una de las razones es que a estas edades se asustan de tener esas ideas, desconociendo que todas las personas alguna vez en la vida hemos podido tener ese pensamiento y sentir el mismo malestar. El miedo a ser diferentes, a ser rechazados y rechazadas por sus iguales o familiares si lo cuentan, les induce a un progresivo aislamiento donde terminan sintiéndose peor.
Se sienten culpables y llenos de confusión por no saber aliviar su propio dolor, o solucionar una situación. No quieren preocupar a otras personas, no desean preocupar a su familia, hermanos y hermanas, sus amistades, compañeros y compañeras de clase… en definitiva es un gran miedo a sufrir el rechazo.
El suicido y las autolisis suelen ocultarse por el estigma social, es decir, el miedo a ser señalados/as como “locos/as”. Los sentimientos más habituales que viven cuando tienen pensamientos de suicidio o autolesiones les generan vergüenza, culpa, remordimiento e incluso piensan que están perdiendo la cabeza. ¡Para nada! Es un pensamiento que se da en el crecimiento, especialmente en momentos de crisis, duelos, pérdidas o cambios importantes o por enfermedades graves.
· Identificación e intervención temprana en niños,niñas y adolescentes con o sin problemas de salud mental, malestar agudo o crónico, trastornos emocionales, abuso sexual o maltrato infantil.
· Recibir atención psicológica personalizada individual y familiar, si es necesario, a fin de trabajar con las ideas suicidas. Esta atención es de gran importancia en los casos de trastornos mentales precoces graves.
· Establecer programas educativos que fomenten el bienestar físico y emocional. Los centros educativos y sociales tienen una importante tarea a realizar en este campo.
· Enseñar y dotar de estrategias positivas de afrontamiento de problemas. Se basan en el trabajo y adquisición de habilidades sociales para la resolución de problemas de forma positiva, no agresiva, destructiva o evitativa.
· Mantener vínculos afectivos cercanos y saludables, especialmente a nivel familiar. Trabajar con las familias en desprotección es trabajar en la protección infantil.
· Vigilar el abuso de sustancias. Es una vía de escape adolescente cuando se tienen problemas y no se sabe cómo solucionarlos. La intervención temprana ahorra muchos problemas, y es urgente intervenir en la infancia y adolescencia.
· Apoyo e inclusión de los iguales ante los problemas de la adolescencia. Es necesario sentirse incluido/a, valorado/a, aceptado/a; Cuidemos de que ningún menor se sienta rechazado/a olvidado/a o marginado/a en el contexto en el que se encuentre.
· Trabajar las emociones positivas, especialmente el pensamiento positivo y el optimismo. Son actitudes que se aprenden frente al desaliento, pero requieren un aprendizaje por parte de una persona profesional o capacitada para ello.
Estas y otras orientaciones en función del caso que se presente, pueden ser de gran ayuda a adolescentes con ideas o intentos de suicidio. Utilicemos todos los servicios disponibles para evitar un dolor tan grande a ellos y ellas y en las familias y personas cercanas que pierden un ser querido.
Si eres adolescente, o tienes un amigo/a, hijo/a en estas situaciones, o tienes ideas y pensamientos dañinos hacia tu propia persona, pide ayuda, es el primer paso para aliviar la angustia e ideación suicida.
Tanto en Gipuzkoa como en el resto de Euskadi contamos con asociaciones y profesionales que pueden ayudar en esta tarea.
Entrevista publicada en HAURDANIKN./ZK.41